Fábricas de amor

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.

*

Nadie puede pedirme que me calle,
que me muerda la lengua,
mi silencio es peor que las palabras.
Dejadme hablar,
dejadme que me saque del pecho cada grito.
Que a nadie resulte inconveniente lo que digo.
Hay palabras como sueño
utopía
porvenir
que cuando caen,
se te vuelven veneno en la garganta
y te amargan la lengua,
y te rompen el pecho.

Aunque quede vacío para siempre
nadie puede pedirme que me calle.

Música en las palabras ...

QUÉ tarde
más hermosa.
Qué dulce
es esta brisa
que acaricia
sin prisa
la piel
de cada cosa.
Se ha detenido,
ociosa,
la mirada
indecisa
y asoma
la sonrisa
cuando en la luz
se posa.
Cómo expresar
en prosa
con palabra
precisa
la sensación dichosa
de la tarde
indivisa,
si el verso
lo improvisa
la mano
temblorosa.


Poema de José Corredor-Matheos

Después del amor

No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.

El amor, pálido y solo.

Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

«Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso».

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.

Poema de Miguel Hernández


Estar entre tus brazos es incierto.

Evoco en caricias mis deseos, me deslizo por tu piel, desmorono mi placer acumulado en tu cuerpo, te beso...
mil y una,
mil y dos veces,
mil y...
y busco un camino hasta ti, donde depositar mi ternura o quizás reclamar lo que me niegas...

Pero entonces, me regalas la cálida brisa de tu aliento, tu abrazo...y el susurro de aquel...tu dulce poema de amor inacabado.


del blog Piel desnuda

Palabras

Palabras, solo palabras.

Palabras que dibujan nada
palabras que hablan de amor
palabras que provocan ganas
de morir, de vivir, de que te digan adiós.

Palabras que son del alma
palabras que piden absolución
palabras que quizás se olviden
cuando el tiempo mate este reloj.

Palabras de ayer y de mañana
palabras que hoy están aquí
palabras que cuentan en silencio
lo que en cada instante me haces sentir

Palabras que yo te digo
palabras que te acarician
palabras que se te escapan
por las rendijas de la razon

Cuando tú eras silencio.

Cuando tú eras silencio,
antes del primer pálpito,
yo no soñé contigo.

Estaba caminando, desandando
mis pasos sobre el mundo
(que era Abando),
leyendo
las vidas de Machado (Antonio),
Juan Ramón (Jiménez),
Villamediana (el conde),
amando
apasionadamente a Blas de Otero.

Estaba trabajando,
levemente escribiendo,
esperando la carta que el cartero
me entregaba cada mañana y nunca,
nunca llevaba una paloma dentro
(a veces, digo a veces,
traía un muerto). Estaba,
en fin, viviendo,
andando,
interneteando,
y paseando (sobre todo)
al perro.

Eso es lo cierto. Es fácil
montarse una película al respecto
(una película de serie cielo).
Pero yo soy un pájaro terrestre.

Digo que andaba solo sin tu abrigo
pero no me acordaba de quererte,
no lograba inventarte,
no soñaba tenerte como me tienes.
No soñaba contigo. Refractaba
luz negra un cristal ciego.
Estaba mudo.
Y no soñé contigo
(pido que me perdones)
aquella noche donde tú no estabas.

Del libro Aprender a irse


Abando y barra

Vas a tener en cuanto te descuides que marcharte del bar.
Recuerda que esto no es un after–hours.
Ni un hospital de sangre.
Ni un juzgado de guardia.
El establecimiento tiene un horario de cierre.
Se barren las colillas. Se baja la persiana.
Se apagan los letreros luminosos.
Queda todo vacío como un prostíbulo abandonado.
Así es.
Será mejor, por tanto, que te apures.
No bebas más sin sed. Olvídate
del mal servicio. Olvídalo. Disculpa
estos vinos acedos, la mirada
de vitriolo del barman. Algún día
tendrás que perdonar. Alguna vez
tendrá que suceder. No es saludable
beber así, vivir (digo vivir)
sin una gota de misericordia.
Está lloviendo. Escucha. Date cuenta:
tu alma es un paraguas que desbarata el viento.
Habrá que perdonar alguna vez.
Vas a tener que irte. Vas a irte.
Tendrás que perdonarte alguna vez.

de José Fernández de la Sota

Que nuestra vida sea un himno cotidiano

Que nuestra vida sea un himno cotidiano
que se renueva cada día,
como las rosas que el rosal ofrece
todas distintas pero todas nacidas de una misma savia,
cuando a la luz abramos nuestros ojos
serán una oración nuestras miradas
con que los dos nos demos gracias
porque nos hemos revelado el uno al otro las verdades
que en otros dormían
profundas, como sombras que se duermen
al pie de las altas montañas
y que nunca se advierten
aunque llenas de luz estén las cimas,
porque desde la altura no se acierta
a ver las claridades de lo hondo.

Pero tú me has mirado claramente
y tus ojos han visto,
desde la cima lo que había al pie
de la montaña, las verdades hondas.

Y un resplandor celeste ahora me llena
porque tú me has sabido mirar con ojos puros,
y como yo ahora mismo
mi alma al través de tu mirada misma
la veo toda clara, por gracia de tus ojos
y me inclino hacia ti, para mirarla.
Y tú a tu vez, hacia mis ojos vienes
para mirar mejor tu propia alma.
...............................................................................................................................

Que nuestra vida sea un himno cotidiano
se encienda todo el ser y se ilumine
y sea todo ardor de claridades
porque a fuerza de ser ardiente y claro
tendrá conciencia de que en este fuego
su más alta misión y cima tiene
y no su acabamiento.

Y así cuando el rosario de las horas
pase bajo las manos escrutadoras,
no nos hará rezar por las lejanas cosas
ni por el porvenir.
Sino vivir la hora que sentimos
llena de ayer y de hoy y de mañana.

Porque así un árbol al hacerse hoguera
quema las ramas secas
quema las ramas muertas
pero quema también las ramas vivas,
las que son fruto cierto,
y las que en brote, fruto habrán de ser mañana.

Y en un sola llama todas ellas
arden y meren de suprema muerte.

Así alimentaremos nuestra vida
de ramas de recuerdos y esperanzas
de ayer, de hoy y de mañana
todo para la hoguera del momento
en que los dos tomamos luz y lumbre.

Todo lumbre y activo, nada inerte
todo vibrante e iluminado, todo vivo.
(¿Y tú sabes por qué? Sí, tú lo sabes.)

Todo será por fuerza de este amor humilde y sencillo
que los dos nos tenemos, sin que nadie se fije
en nuestro amor, por humilde y sencillo
como nadie repara en un juego de niños
que sin embargo puede ser el símbolo
más alto de la vida.


Poema de Pedro Salinas [Madrid, primavera 1914]
Libro "Poesías completas" (Poemas inéditos)


Trinidad poética

la poesía
es
el vaso

el agua
que contiene
el vaso

y la gota
que colma
ese vaso

y rompe
la presa

David González

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"He aquí que el silencio fue integrado
por el total de la palabra humana,
y no hablar es morir entre los seres:
se hace lenguaje hasta la cabellera,
habla la boca sin mover los labios,
los ojos de repente son palabras...

...Yo tomo la palabra y la recorro
como si fuera sólo forma humana,
me embelesan sus líneas
y navego en cada resonancia del idioma..."

Pablo Neruda
(Chile, 1904 -1973)

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