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martes, 9 de diciembre de 2008

El Ojo de la aguja




Al amor llegué con un grito de seda
y puse las dos mejillas,
el cuerpo y la conciencia.

Nada quedó de mí,
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo en donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.

Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabía defenderme de la gente,
respondí con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que sólo los dulces heredarán la tierra.
Mia Gallegos, Poeta costarricense.

2 comentarios:

  1. Qué
    pasada!

    Hay que ser muy valiente para optar por mostrarse sin defensa, para mantener una actitud de ternura sin caparazón.

    Besoslindo

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  2. SALMO XIV

    Perdióle a la razón el apetito
    el debido respeto,
    y es lo peor que piensa que el delito
    tan grande, puede a Dios estar secreto,
    cuya sabiduría
    la oscuridad del corazón del hombre,
    desde el cielo mayor, leerá más claro.
    Yace esclava del cuerpo la alma mía,
    tan olvidada ya del primer nombre
    que hasta su perdición compra tan caro,
    que no teme otra cosa
    sino perder aquel estado infame,
    que debiera temer tan solamente,
    pues la razón más viva y más forzosa
    que me consuela y fuerza a que la llame,
    aunque no se arrepiente,
    es que está ya tan fea,
    lo mejor de la edad pasado y muerto,
    que imagino por cierto
    que se ha de arrepentir cuando se vea.
    Sólo me da cuidado
    ver que esta conversión tan prevenida
    ha de venir a ser agradecida
    más que a mi voluntad, a mi pecado;
    pues ella no es tan buena
    que desprecie por mala tanta pena,
    y él es tan vil y de dolor tan lleno,
    aunque muestra regalo,
    que sólo tiene bueno
    el dar conocimiento de que es malo.

    Francisco de Quevedo

    PD no tiene na que ver pero me gusto ponertela.
    besitos

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