Dime por qué me abriste esas cavernas,
esos bostezos de hipopótamos
si me amabas.
Por qué me desarmaste
con caricias, promesas y milagros
y me invitaste al juego
de la luna, las velas, la mina y los caminos.
Por qué
si, apenas desarmado,
me clavaste alfileres en los ojos,
me desollaste lenta,
me aplastaste los huesos
usando ese almirez que llamas corazón
si me amabas.
Por qué,
si me amabas,
dejas que me desangre solo
y a merced de voraces sentimientos-hormiga,
solo como un planeta estallando en el tiempo,
solo como el cadáver de una espiral estrangulada con
alambre de espino.
Por qué.
Por qué me desarmaste
si pensabas matarme aunque me amabas.
Por qué tantas heridas,
esas bocas de pozo, esos volcanes tristes,
por qué tantas heridas
si me amabas.
Por qué me desnudaste
con sonrisas, con manos, con música, con luces,
con licores y especias, con la tierra y la luna,
por qué me desnudaste
y me invistaste al sueño real de nuestra vida
para luego dormirme de un hachazo infinito
si me amabas.
Dime por qué me desarmaste con mentiras
que me dejaron indefenso
ante tu amor borroso y sanguinario
si me amabas.
Dime por qué me amabas
sin valor para amarme
y me sacrificaste en un altar al que accedí engañado
pensando que era el tiempo y la alegría
y que eras tú con los brazos abiertos.
(Yo que fui confiado a nuestro amor
como un fuego a sus llamas,
como un mar a sus olas,
que me entregué a tu entrega
y dormí al centinela que vigila
la entrada del corazón,
me vi de pronto muerto de una muerte
que aullaba con mi voz que era la tuya.
Si me amabas
por qué.
Dime por qué me amabas si me amabas
sin valor para amarme
como el monte a sus rocas,
como el sol a su luz.)
Dime por qué me amabas si me amabas
para acabarme así, de cualquier modo,
permitiendo que me desangre
en un lugar oscuro
mientras tiemblo y sollozo y me asfixio despacio
y a tientas
cuando tú
no me sientes, ya no,
y por eso no sabes lo solo que estoy muerto.
Si me amabas
por qué.
Dime por qué me amabas si me amabas.
Poema de Jesús Aguado
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