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lunes, 9 de enero de 2012

Derecho laboral

Rocinante, el corcel de don Quijote, era puro hueso:
—Metafísico estáis.
—Es que no como.
Rocinante rumiaba sus quejas, mientras Sancho Panza alzaba la voz contra la explotación del escudero por el caballero. Él se quejaba del pago que recibía por su mano de obra, no más que palos, hambres, intemperies y promesas, y exigía un salario decoroso en dinero contante y sonante.
A don Quijote le resultaban despreciables esas expresiones de grosero materialismo. Invocando a sus colegas de la caballería andante, el hidalgo caballero sentenciaba:
—Jamás los escuderos estuvieron a salario, sino a merced.
Y prometía que Sancho Panza iba a ser gobernador del primer reino que su amo conquistara, y recibiría título de conde o de marqués.
Pero el plebeyo quería una relación laboral estable y con salario seguro.
Han pasado cuatro siglos. En eso estamos todavía.

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