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martes, 17 de enero de 2012

Poema ortográfico


Ya te quiero hasta sin comillas
sin puntos suspensivos,
sin acento, sin mayúsculas.
Te quiero y no sé si quiero
ocultarte entre paréntesis
poner punto y seguido a cada encuentro
dejarte entre guiones
subrayar cada verso que me inspiras.

Ya te quiero hasta sin palabras
sin comas, sin interrogantes
sin conjunción ni sílabas
te quiero, por supuesto, sin punto y aparte.

No deseaba mostrarte mi texto amoroso
prefería escribir un poema en tu cuerpo
con mis dedos sordos
pero tú te fuiste hacia mi diptongo
y me dejaste temblando apoyada en el folio.

Ya te quiero
quizás ya te quise
antes de que supiera que iba a quererte
pero me atraparon los signos
la geografía de tu nombre
el código del lenguaje.
Ahora ando a la deriva por la hoja en blanco
pero echo el ancla en una esquina
y en minúsculas
y con un lápiz gastado
dispongo fecha y despedida
y firmo, firmo que te quiero
ante notario.

domingo, 15 de enero de 2012

Instrumento

Como el saxofonista enamorado del instrumento
cada noche desmonta las partes
y duerme con ellas
como el fotógrafo enamorado de la cámara
cada noche desmonta las piezas
y duerme con ellas

Yo, enamorada de tu cuerpo
cada noche limpio alabo venero tus partes
tus elementos
tus miembros exteriores
tus órganos que suenan como fugas
tus vísceras que palpitan llenas de sangre
tus vértebras dichosamente enhebradas
como las cuerdas de un piano
tus tubas tus arcos tus volutas tus odres
tus cántaros tus cofres tus cuevas
y voluptuosidades.

Y me duermo entre tus piezas
las acaricio en sueños
Las protejo las bendijo las cuido las mimo

Sólo así
a la mañana
podrás volver a ser
la música que amo
y aman todos
la luz y la sombra que buscan los fotógrafos y pintores
Mi ama
y mi señora
aquella a quien pulso como una tecla
y hago sonar para regocijo y deleite
mìo y general
La obra mi obra
tu obra
nuestra
en tanto tú
en tanto yo
en tanto nosotros.


Cristina Peri Rossi.

lunes, 9 de enero de 2012

Derecho laboral

Rocinante, el corcel de don Quijote, era puro hueso:
—Metafísico estáis.
—Es que no como.
Rocinante rumiaba sus quejas, mientras Sancho Panza alzaba la voz contra la explotación del escudero por el caballero. Él se quejaba del pago que recibía por su mano de obra, no más que palos, hambres, intemperies y promesas, y exigía un salario decoroso en dinero contante y sonante.
A don Quijote le resultaban despreciables esas expresiones de grosero materialismo. Invocando a sus colegas de la caballería andante, el hidalgo caballero sentenciaba:
—Jamás los escuderos estuvieron a salario, sino a merced.
Y prometía que Sancho Panza iba a ser gobernador del primer reino que su amo conquistara, y recibiría título de conde o de marqués.
Pero el plebeyo quería una relación laboral estable y con salario seguro.
Han pasado cuatro siglos. En eso estamos todavía.