Entender que es carencia, y que en su hueco
vierten todos los ríos, se desaguan
otros excesos y otras abundancias;
y que por eso ahora, entre nosotros,
en esta habitación hecha de puros
roces, sobreentendidos, contenciones
o súbitas catástrofes de tos,
de hombre cansado que se reacomoda
en el sillón, haciéndolo crujir,
o de mujer que tensa en la penumbra
el arco de un bostezo, comparecen
otros ruidos ajenos, se acrecientan
los pasos de un extraño calle abajo,
irrumpe el corro insomne de los pájaros,
se destrenza una risa o se agiganta
el sigilo de un gato, el cauteloso
desperezarse de las cacerolas
al fondo de las alacenas. Sientes,
sentimos una urgencia por decirnos
algo que ya sabemos y hemos dicho,
sin decirlo, otras veces. Cierro el libro
y el silencio de fuera se repliega
a sus fondos de bóveda, a sus pliegues.
Ya tiene entidad propia, ya se extiende
este silencio nuestro a nuestros pies
como una playa extensa, ganada a la marea.
me falta algo.
ResponderEliminar¿¿?¿¿???¿¿¿
ResponderEliminar¿ves? ... nunca falta nada jejejeje
ResponderEliminarMuy buen poema, y extraordinarios tres últimos versos!
ResponderEliminarSaludos
Saludos Juan!
ResponderEliminar